"Haiga”, el gemelo incomprendido de “haya”
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En el rico idioma de Cervantes, persiste una aparente anomalía lingüística: el uso de "haiga" en lugar del hoy correcto "haya" – es decir, hoy correcto en español estándar. Esta “desviación gramatical” está profundamente arraigada en la evolución histórica del idioma. Y antes de pasar a los detalles, librémonos, de entrada, de una idea bastante difundida pero sin fundamento. Hay quien asevera, a menudo con un tono autoritario, que "tal palabra no existe porque no está en el diccionario". Pues ya lo dijo el filólogo e investigador Javier López Facal: "Si alguien va por el campo, ve una hierba, consulta un libro de botánica y no viene, no se le ocurre decir que esa hierba no existe, sino que esa hierba no está en su libro de botánica. Nadie puede decir[le] a un hispanoparlante ‘esta palabra no existe’. Se puede decir que no está en el diccionario… pero la culpa no la tengo yo por usar la palabra, sino el diccionario por no reflejar bien el léxico. Mucha gente cree que el diccionario de la RAE (Real Academia Española) es como los mandamientos de la ley mosaica y que si los incumples vas al infierno."
Pero volviendo a la evolución histórica, "haiga”, presente del subjuntivo del verbo “haber”, es producto del proceso lingüístico conocido como “analogía morfológica” donde la grafía de otros verbos en español como “caiga” y “traiga” influyeron en el verbo “haber”. Procesos analógicos similares se pueden constatar en verbos latinos como "poneo" ("pongo"), "teneo" ("tengo"), "venio" ("vengo"), “audio” ("oigo"), “salio” ("salgo"), “valeo” ("valgo"), “cado” ("caigo"), “traho” ("traigo"), donde la terminación "-go" con -g- epentética o intrusiva empezó a utilizarse a partir de la influencia de verbos de uso común como “digo” (del latín "dico"), “hago” (del latín "fac[i]o", c=/k/), “cuelgo” (del latín "colloco"), “sigo” (del latín "seq[u]o[r]"), aunque verbos como “luzco”, “mezco” y “conozco” también influyeron.
Si la evolución hubiera seguido su curso del latín al español moderno sin la fuerza analógica de estos verbos, hoy día escribiríamos algo como *“poño”, *“teño”, *“veño”, *"oyo", *"sallo", *"vallo", *"cao", *"traho" – “ponho”, “tenho”,“venho”, "saio" y "valho" sí existen en gallego y portugués. Y aunque hoy día podría parecer raro escuchar “haiga” con "g" para muchas personas, también están registrados en castellano antiguo: suelgo (suelo), muelgo (muelo), fuigo (huyo), distruigo (destruyo), duelga (duela), tingo (tiño), espargo (esparzo), prengo (prendo), entre otros. Evidentemente, estas formas perdieron frente a las que se utilizan actualmente, pero así como con haiga/haya, hubo un periodo en que simplemente eran alternativas gráficas para expresar y pronunciar la misma forma verbal, sin que se emitiera ningún juicio de valor sobre las personas que decidían usar una u otra forma. De hecho, justo como sucede actualmente con el verbo roer, cuyas formas del presente del subjuntivo pueden ser, además de roa, roya o roiga.
A ver, ¡momento! Se podrán estar preguntando: ¿Cómo que haiga y haya se pronunciaban iguales? Durante el tiempo de Alfonso X el Sabio en el siglo XIII, se emprendió un esfuerzo significativo para estandarizar la escritura del castellano, incluyendo la elección de representaciones para sonidos no presentes en el latín clásico, como el de la actual "y" consonante. Anteriormente, el sonido "y" se representaba de diversas maneras, mediante -gi-, -ig-, -ih-, -j-, -y-, entre otros, con la "g" desempeñando un papel preponderante para indicar la palatalización. Sin embargo, finalmente se optó por la letra "y" para palabras como "vaya", que anteriormente se podían registrar como "vagia", "vaiga", "vaja", incluso en un mismo texto. Esta decisión inicial generó confusión, ya que algunas palabras como "caiga," "traiga," "oiga," y "roiga," conservaron la grafía "ig", pero se pronunciaban literalmente como /ig/ en lugar de /y/. Con el tiempo, se intentó corregir algunas de estas irregularidades en el idioma, aunque es evidente que la falta de uniformidad persiste hasta hoy. Es crucial destacar que durante la época medieval, la mayoría de las personas no sabía leer ni escribir, lo que contribuyó más a la confusión. Cabe mencionar que la estigmatización de formas gráficas como "haiga" es meramente arbitraria y refleja más el poder de quienes dictan las reglas ortográficas en la sociedad que una "deficiencia" inherente a la lengua.
Este fenómeno no es exclusivo del español, y otro idioma romance donde aún se puede observar una gran productividad de esa -g- intrusiva es el catalán, en formas del presente del subjuntivo: tinguis (tengas), vinguis (vengas), sàpiguis (sepas), siguis (seas), estiguis (estés), beguis (bebas), escriguis (escribas), puguis (puedas), vulguis (quieras), creguis (creas), etc. Esta -g- incluso se extiende al pasado del subjuntivo: haguessis (hubieras/hubieses), tinguessis (tuvieras/tuvieses), estiguessis (estuvieras/estuvieses), etc. Además, un uso interesante de la combinación -ig- en catalán es la representación del sonido palatal "ch" en palabras como "veig", "vaig" y "faig" que se pronuncian con -ch final y quieren decir "veo", "voy" y "hago", respectivamente. La regularidad es una característica a la que tienden los idiomas en su proceso evolutivo y nos facilita la vida al momento de aprender nuevos paradigmas verbales.
Aunque "haiga" pueda encontrarse y sea correcto/normal en ciertos dialectos, idiomas y contextos hoy día, como en el vital español rural, en ladino o judeoespañol, y en el habla no monitoreada citadina, se considera inadecuado o incorrecto según la norma académica contemporánea del español. Esto, a pesar de que en castellano medieval escritores de renombre alternaban libremente entre una grafía y otra, sin que nadie pensara que una de las formas fuera propia de alguien “poco instruido”. Tal fue el caso también de las versiones “traya”, “caya”, “oya” como sinónimos de “tra(h)iga”, “caiga”, y “oiga”. En esencia, la persistencia de "haiga" ofrece un testimonio vivo sobre la naturaleza de la evolución del lenguaje. Su historia enriquece la comprensión de nuestro idioma, expande nuestra mente y nos permite un dinámico vistazo al paisaje lingüístico de antaño. Al mismo tiempo, nos hace ver que no hay “error” en la lengua que no se pueda explicar y que esto va más allá de los anticuados términos “barbarismo” y "vulgarismo" que se quedan cortos frente al vasto panorama abarcado por la lingüística.
Fuentes consultadas
- El mito de las palabras que no están en [el D]RAE
- El mode subjuntiu (en català)
- Etimología de "haiga"
- Haiga está en el diccionario
- Haiga o no haiga ... una explicación
- Imperfect Subjunctive in Catalan Grammar
- La ortografía Alfonsí
- La Real Academia sigue haciendo un diccionario arcaico
- ¿Por qué algunas personas dicen "haiga" en lugar de "haya"?
- RAE: Sobre la ausencia de palabras en el diccionario
- Sobre los orígenes del sistema ortográfico primitivo
- The Origin and Spread of Velar Allomorphy in the Spanish Verb: A Morphomic Approach
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