Leemos - ¡no juzgamos!
Además, lo que realmente constituye un error en el habla depende del contexto. En el aprendizaje de un idioma extranjero, los errores suelen deberse a malformaciones gramaticales o interferencias de la lengua materna, como la problema, yo habló o quiero que vienes. Estos ejemplos violan reglas fundamentales del idioma en cualquier registro, lo que los clasifica claramente como errores. En contraste, en el caso de hablantes nativos, lo que muchas veces se percibe como "incorrecto" suele ser una variante de registros informales (habían dos por había dos, que ayer fue su cumpleaños por cuyo cumpleaños fue ayer), dialectales (traiba por traía, la calor por el calor), sociales (compañere, elle), o formas en evolución (ocupar por necesitar, aplicación por solicitud) que simplemente no coinciden con el estándar académico. A diferencia de los errores en el aprendizaje de un segundo idioma, formas como compañere y elle no son fallas gramaticales, sino adaptaciones deliberadas por personas nativas que buscan visibilizar realidades sociales y generar cambios en el uso del lenguaje. Limitar el valor del idioma al registro formal no solo es erróneo, sino que ignora la pluralidad inherente al lenguaje, que se adapta y transforma al compás de la sociedad.
La idea de que una palabra solo "existe" o es correcta si está en un diccionario es otro mito. Los diccionarios, como el de la Real Academia Española (RAE), son herramientas descriptivas que documentan el uso del idioma, pero no tienen la autoridad para definir su validez. La RAE misma nos advierte sobre esto. El español, con su inmensa diversidad dialectal, social, y regional, incluye formas no estándar que cumplen funciones comunicativas en ciertos contextos y comunidades. Negarlas no solo invisibiliza a quienes las utilizan, sino que también empobrece nuestra comprensión del idioma y refuerza, de forma indirecta, la idea infundada de una supuesta pureza lingüística.
La creatividad es una característica fundamental del lenguaje. Los hablantes inventan palabras constantemente, y estas suelen ser comprensibles, aunque nunca figuren en un diccionario. Este dinamismo demuestra que el idioma no es estático, sino un sistema vivo que evoluciona con sus hablantes y sus realidades sociales.
Decir que algo "no existe" reduce un debate complejo a una afirmación simplista y perpetúa prejuicios lingüísticos. Abordar estas cuestiones con curiosidad y apertura genuinas no solo fomenta el aprendizaje, sino que amplía nuestra perspectiva sobre el idioma como un sistema diverso y en constante transformación. En última instancia, reconocer la riqueza del lenguaje es también reconocer a las personas que lo hablan: junto con sus culturas y experiencias, en toda su humanidad.
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